Inicialmente, en el campo clínico, la primera aplicación fue el tratamiento de las crisis epilépticas que no mejoraban ni con medicamentos ni con cirugía. Posteriormente se fueron desarrollando aplicaciones en tres frentes principales que van desde la mejora en el procesamiento cerebral en relación a los desafíos intelectuales, como en el caso del Déficit de Atención; o de la ansiedad, la depresión y el estrés, en el caso de disregulación del sistema de control cerebral; o que pueden llegar hasta la recuperación de daños físicos en la corteza cerebral como en el caso de accidentes cerebro vasculares o problemas semejantes.
Déficit de Atención
Daño cerebral menor
Problemas de aprendizaje
Trastornos del sueño
Depresión
Síndrome premenstrual
Ansiedad
Tensión
Estrés
Ataques de Pánico
Migraña
Dolores de cabeza
Problemas de conducta
Epilepsia
Derrames
Dolor crónico
Fibromialgia
Fatiga crónica